De la mujer que andaba hace 11 años montada en bicicleta por South Beach para movilizarse de un lado a otro queda mucho aún. Está sin duda la experiencia de haber sido siempre independiente en la toma de sus decisiones, libre y responsable de cada uno de sus actos y, mejor aún, una excelente embajadora de su género. “Soy una admiradora de las mujeres, una mujer que quiere criar mujeres libres, que tomen decisiones independientes y para toda su vida. Que no dependan de ningún hombre, que no aspiren solo a ser reinas de belleza o modelos. ¡No! Que piensen en ellas, en el mundo que las rodea”.
Y es que a la actriz no se le olvida ni por un segundo que hace algunos años, nacer mujer era una maldición. Por eso siempre quiso criar mujeres. “Antes nos condenaban por el simple hecho de ser mujeres y llorar; mientras los hombres no nos querían ni ver. Vengo de un matriarcado de mujeres fuertes y estoy muy orgullosa de que Dios me haya dado dos niñas”.
Para su segunda hija con su esposo Beto Gaitán buscaron un nombre sonoro y con un gran significado para los dos. “Fue dificilísimo. Queríamos un nombre especial, y que fuera musical. Que no tuviera referencia con nadie conocido. Después de combinarlo con los apellidos y con los nombres, nos decidimos por Luciana, que significa portadora de luz. Entonces, quedó Luciana Gaitán Carvajal. Tiene fuerza”.
Con voz aún entrecortada y llena de emoción, la actriz recuerda el día que nació Cristal: “Fue muy emocionante. Cuando nos vimos por primera vez, una sola mirada nos conectó. Abrió sus ojos inmensos, hermosos y… fue maravilloso poderle dar seno. Es una sensación increíble. Claro, al mismo tiempo sentí una gran responsabilidad”.
Y es que no cabe la menor duda de que la lactancia fue uno de los procesos que más disfrutó Marcela. “Fue una de las situaciones más hermosas que viví desde que empecé con la maternidad. Me fue muy bien. Nunca tuve problemas con los pezones, ni con nada. De hecho, fui una gran ‘lechera’ durante 9 meses y suspendí la lactancia cuando supe que estaba embarazada de nuevo”.
Sin embargo, reconoce que aunque el proceso de ser madre se dio de manera natural, todo a su alrededor cambió. “Mi vida es ahora diferente. En mis horarios, en mis preferencias de actividades, en mis prioridades de vida, en mi manera de ver el mundo, de ver el futuro, de ver el presente, de ver los otros niños, de ver otras mamás, de ver a las mujeres, de ver la violencia, de ver la guerra, de ver los hombres, de ver el planeta. Todo cambia cuando uno es mamá. Alguna vez dije, y lo sigo diciendo, que las mujeres no necesitan ser mamás para realizarse. Pero la dimensión de amor que da el ser mamá no puede ser descrito de ninguna manera hasta que se tiene un hijo”.
Los primeros días de vida de Cristal, Marcela cuenta que estuvo muy atenta para aprender de su maestra.
“El primer baño de Cristal fue guiado por Nury, la nana que me ayuda. Ella, quien ya tiene varios años de experiencia en este oficio, me ha llevado de la mano para que todo fluya. Nury es como una maestra y me dejé enseñar. Veía cómo lo hacía ella y, con el paso de los días, fui cogiendo confianza y, por supuesto, experiencia”.
Así que la nueva mamá eligió el ritmo y las rutinas para que Cristal comiera cada tres horas exactas sin que nada ni nadie las interrumpiera.
Pero cuando aún estaba lactando a Cristal, Marcela se sintió muy débil y hasta llegó a pensar que tenía anemia. Fue tal su preocupación que no dudó ni por un instante en visitar al médico el 24 de diciembre, día en que confirmaron su segundo embarazo.
“Como yo estaba amamantando, nunca tuve la regla. Yo no sabía que estaba embarazada, fui al hospital y resultó ser que tenía a una nenita adentro. Al principio fue duro, porque físicamente estaba agotada, ya estaba pensando en salir de la amamantada y comenzar a trabajar el siguiente año. Pero todas esas vacaciones nos sirvieron a Beto y a mí para darnos cuenta de que si no hubiera sido sorpresa, de pronto Cristal nunca hubiera tenido una hermana. Y qué felicidad hacer familia y que Cristal tenga a su hermanita. Es decir, no era una decisión radical no tener más hijos, pero si lo hubiera pensado mucho de pronto no me habría embarazado”.
Y como Luciana merece la misma atención que tuvo Cristal, Marcela escribe a diario a sus dos hijas sus memorias. “Le escribo como lo hice con Cristal. Les cuento sobre mi vida, lo que siento, lo que pienso, lo que hago. Espero que algún día lo lean cuando ya estén adultas. Ella sabe que su mamá se trasnocha y se angustia por su hermana. Le hablo, le explico que estoy sufriendo, pero de amor, no por ella. Sin embargo, he tenido tiempo para estar con ellas, para cuidar mi embarazo. He hecho todo un ritual a la maternidad y le agradezco a la vida por darme la oportunidad de hacerlo. Pienso mucho en las mamás que tienen que salir a trabajar y dejar a sus bebés chiquitos. Todo se los escribo a las dos. Creo que es muy importante mi historia individual y la historia de mi familia. Quiero que ellas la tengan clara y que sepan de dónde vienen. Sin duda, quiero que ellas también se sientan orgullosas de ser mujeres”.
Cada día Marcela tiene la oportunidad de guiar a otras mujeres embarazadas o que viven el posparto, en la construcción de la mejor rutina de ejercicios para que sus cuerpos recuperen las curvas que perdieron durante los nueve meses del embarazo.
“Ha sido muy rico aconsejar y ayudar con mi experiencia a otras embarazadas. Ellas tienen muchas preguntas y debo decir que aún existen muchos mitos absurdos. El ejercicio, sin duda alguna, te sube la autoestima, te ayuda para que no tengas depresiones, te permite vivir con felicidad los cambios. El sentirse activa va a ayudar al posparto, al bienestar de tu hijo. Si tú estas bien, tu hijo está bien”.
Y como a muchas mamás, a la actriz también le tocó escuchar los consejos de todos. “Al principio no fue fácil. Yo era mamá primípara. Las abuelas estaban estrenando nieta. Mi mamá, por primera vez recibía una niña en la familia. Y la mamá de Beto se convertía en abuela. La gente fue respetuosa, pero sí llega un punto en que te sientes invadido y te provoca gritar ‘déjenme, que es mi hija’. Ha sido un proceso donde se han puesto límites y se han respetado. Con el tiempo he demostrado que soy una mamá responsable, que me muero por mis hijas; daría mi vida por ellas. Jamás haría nada que las dañara y creo que de eso se dio cuenta mi entorno”.
Aunque es indudable que Marcela Carvajal es una gran actriz, el papel de su vida es el de ser una mujer, madre y esposa dedicada a ver crecer y cuidar con amor a su familia.
viernes, 15 de enero de 2010
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Recuerdo que cuando amamantaba a mi hija Amalia, tenía tanta abundancia de leche tibia dulce como la miel de azucenas y colibríes;
de mariposas de múltiples colores que se posaban de Flor en Flor de Pétalo en Pétalo
que le rogaba a mi hijo Pablo que en ese tiempo tenía ocho años, que me ayudara a vaciar mis pechos.
Así que amamanté a los dos al mismo Tiempo, y sirvió de gran alivio para no sentir esos pechos endurecidos por falta de succionar ese río de leche que se deslizaba por las vertientes de mis blancos,
de mis suaves pechos como el algodón, a velocidad vertiginosa por las quebradas de sus cerros blandos entre sus Bosques con Aroma a exquisito caramelo de alcanfor.
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